No contestó. Se mantuvo impasible como un muñeco de cera. Puede que su cuerpo estuviese allí conmigo, sentado en la cama del dormitorio, pero su mente se había evadido a otro lugar, lejos de aquellas cuatro paredes que lo asfixiaban...
"Fruta Amarga", de Fran J. Marber.
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